SIEMPRE TENEMOS RAZON

¿Qué ocurre cuando hemos tomado una decisión, realizado una acción o asumido una creencia? ¿Somos objetivos en su valoración?

Habíamos hablado de cómo las emociones influyen en nuestra toma de decisiones y cómo somos seres emocionales antes que racionales (“PRIMERO SIENTO LUEGO PIENSO”). Ahora tenemos que aceptar otro hecho:  PRIMERO ACTÚO, LUEGO JUSTIFICO MI ACCIÓN.

Imparto habitualmente formación en empresas, en ocasiones a directivos y en ocasiones a personal técnico. Ambos tienen razón en sus planteamiento, ambos tienen sus argumentos bien fundamentados, ambos creen tener razón, ambos tienen su propio mapa. ¿Qué es lo que está ocurriendo?

Cuando una nueva información llega a nosotros, necesitamos ser congruentes con nosotros mismos y justificar nuestras acciones/creencias.

Es lo que el poeta Ramón de Campoamor decía “… nada es verdad ni mentira, todo es según el color del cristal con que se mira…”. Sin quererlo nos hablaba de algo que determina en gran medida nuestra memoria, nuestros argumentarios y nuestras acciones.

Es lo que Festinger llamó disonancia cognitiva. Según esta teoría las personas que se ven en esta situación se ven obligadas a tomar algún tipo de medida que ayude a resolver la discrepancia entre creencias y/o conductas contradictorias.

Esto ocurre hasta tal punto y de una manera a veces tan incontrolable que afecta no sólo a nuestra toma de decisiones, sino también a nuestra memoria y nuestros sentidos.

En el libro “Su memoria” (Alan D. Baddeley) analiza el caso de las declaraciones de testigos oculares. También el psicólogo J.M. Catell publicó investigaciones sobre la exactitud con la que se recordaban acontecimientos cotidianos. ¿Cuál creéis que fueron los resultados?